jueves, 21 de julio de 2016

Nuevas identificaciones de desaparecidos en el Pozo de Vargas en Tucumán

Restos, nombres e historias que se recuperan

Se pudo identificar a Silvia y Jorge Rondoletto y su madre, María Cenador, familiares de Marta Rondoletto, dirigente de derechos humanos de la provincia. Dos semanas atrás, de la misma fosa común se recuperaron los restos de Luis Falú.

 Por Ramiro Rearte - Desde Tucumán

El Pozo de Vargas, esa fosa común que funcionó durante la dictadura cívico militar como lugar para arrojar detenidos-desaparecidos y que se encuentra a tan solo 6 kilómetros del microcentro tucumano, desde sus profundidades, sigue arrojando certezas de la sistematización del mal de parte de los genocidas en la provincia que supo gobernar el represor Antonio Domingo Bussi. Es que esta semana, gracias al trabajo de la Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (Camit) y el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), se pudieron identificar los restos de Silvia y Jorge Rondoletto y de su madre, María Cenador, parte de la familia de Marta Rondoletto, reconocida periodista tucumana y militante de derechos humanos junto a su marido Isauro Arancibia. Pocos días antes se habían recuperado los restos de Luis Eduardo Falú, hermano del músico Juan Falú.

La familia Rondoletto fue secuestrada casi completa, a excepción de Marta y su marido. Fueron detenidos ilegalmente de la casa familiar durante la siesta del 2 de noviembre de 1976 en un operativo que incluyó cortes de calles y la ocupación de las casas de los vecinos.

“Meses antes habíamos sufrido un ingreso violento a nuestra casa”, dijo a Página/12 Marta. Su padre Pedro, en ese entonces de 56 años y la esposa de Jorge, Azucena Bermejo (23 años), quien estaba embarazada, siguen desaparecidos.

Todas las víctimas fueron incluidas dentro del universo procesal de la megacausa “Arsenales II-Jefatura II”, en la que fueron condenados 37 ex miembros de las fuerzas de seguridad por crímenes de lesa humanidad. Durante las audiencias, se conocieron testimonios de quienes vieron a la familia en los dos centros clandestinos de detención y exterminio. Se conocieron detalles de humanidad, como la contención que María brindaba en el Arsenal a las secuestradas jóvenes, y de horror, como el fusilamiento de Jorge y Pedro. Pero hasta ahora no se conocía el destino de ninguno de ellos.

“En Tucumán, comenzó todo antes, y por eso el hecho de las identificaciones que se están produciendo tiene con ver con ese contexto que gira alrededor del juicio del denominado Operativo Independencia”, dijo Marta, haciendo referencia al proceso judicial en abierto este año, donde se trata de determinar las responsabilidades de los represores que participaron en crímenes de lesa humanidad desde marzo de 1974 en la provincia.

Rondoletto terminó, “Las identificaciones son el elemento final que hemos iniciado los familiares para demostrar que estábamos ante crímenes masivos. Yo tenía 28 años cuando secuestraban mi familia. Nunca sabremos si el objetivo era de toda la familia o sólo algunos miembros. Creo que los secuestros tuvieron que ver con nuestra militancia en la Asociación de Prensa de Tucumán, ya que por entonces teníamos fuertes posiciones políticas denunciando todo lo que pasaba en el país”.

Luis “Lucho” Eduardo Falú, quien fue identificado hace dos semanas, fue secuestrado el 14 de septiembre de 1976, algo más de un mes después de que el muchacho, de 25 años y estudiante de historia, se reuniera con dos agentes del Servicio de Inteligencia, quienes lo amenazaron: “Hacé una lista con los nombres de esos zurditos amigos tuyos”, le dijeron, según contó después a un familiar. Como Falú se negó, lo secuestraron a 50 metros de su casa, al mediodía, cuando volvía de su trabajo en Gas del Estado. Ese hecho formó parte del juicio sobre la Jefatura de Policía y la Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga. Cuando el guitarrista Juan Falú recibió la noticia afirmó que era muy movilizante y altamente reparador”. La noticia sacudió a su familia al punto que obligó a la internación de su madre, de 99 años, que murió unos días después.

También en el Pozo de Vargas fueron identificados los restos del ex senador peronista Guillermo Vargas Aignasse y el ex vicegobernador de la provincia, Dardo Molina, entre otros.

lunes, 4 de julio de 2016

Juicio Operativo Indendencia: Víctima sobreviviente oyó nacimiento de un bebé en cautiverio

Un testigo que declaró ayer en el megajuicio "Operativo Independencia", que se realiza en Tucumán por delitos de lesa humanidad cometidos en 1975, aseguró que mientras estuvo detenido escuchó que "fusilaban a personas" y un día sintió los gritos de una mujer que pedía que le mostraran al bebé que había dado a luz en cautiverio.

Los magistrados escucharon los testimonios de Roberto Jorge y Juan Eduardo Liacoplo, dos hermanos que fueron secuestrados durante 1975. Ambos vivían en Lules, ciudad ubicada a 30 kilómetros al sur de la capital provincial, y al hablar ante el tribunal contaron que “nuestra pesadilla comenzó el 7 de febrero, cuando la Policía y miembros del Ejército Argentino irrumpen en nuestra casa familiar”.

Jorge Liacoplo contó que fue alojado en la Escuelita de Famaillá (primer Centro Clandestino de Detención identificado por la Conadep), donde "había sesiones de tortura todas las noches y se escuchaban gritos de dolor”.

Liacoplo aseguró que mientras estaba en ese lugar "fusilaron personas" y recordó que "un día sentí un nacimiento en cautiverio y luego los gritos de una mujer pidiendo que le mostraran al bebé".

Juan Liacoplo señaló que había participado en el Tucumanazo y que se presentó ante la citación porque no tenía nada que esconder y porque lo amenazaron con que iban a volver a buscarlo.

"Una vez en el Ingenio me vendaron los ojos y me ataron las manos y los pies", indicó y agregó que "sentí que había otras personas pero no pude ver quiénes eran".

"Luego nos subieron como bolsas a un camión y nos llevaron a otro lugar", indicó y señaló que tiempo se enteró que era la Escuelita de Famaillá. “Ahí empezaron los interrogatorios y cada vez que eso sucedía recibíamos golpizas y usaban picanas", expresó.

Los hermanos Liacoplo coincidieron al señalar que cuando les devolvieron la libertad, sus vecinos le tenían miedo y tuvieron que romper los lazos con la gente porque estaban mal visto y tuvieron que abandonar su pueblo natal para irse a vivir a otro lado