Cuando se trata de la escena de un crimen perpetrado hace décadas, los antropólogos forenses son responsables de recabar evidencias que permitan dilucidar qué ocurrió. En nuestro país participan en investigaciones sobre delitos de lesa humanidad cometidos hace más de 30 años, durante la dictadura militar. Los expertos hablaron con LA GACETA sobre su compleja labor.
Álvaro Medina
En Argentina, la antropología forense es una disciplina que se desarrolló mediante la búsqueda y el análisis de cuerpos esqueletizados de las víctimas del terrorismo de Estado de los años 70 y principios de los 80. Debido al tiempo transcurrido hasta el momento de la investigación y a la magnitud de los hechos, fue necesaria la intervención de arqueólogos y antropólogos para localizar y leer las huellas del horror en los restos óseos. En estas condiciones, los antropólogos forenses aportaron pruebas elementales a la Justicia Federal en causas relacionadas con delitos de lesa humanidad y, al mismo tiempo, desarrollaron un camino metodológico que sentó precedentes y es valorado en todo el mundo. Esta disciplina, por sobre todas las cosas, permite devolver su identidad a los huesos de las víctimas, que los familiares conozcan el destino de sus seres queridos y que recuperen sus restos para inhumarlos según sus tradiciones y de manera digna.
Es posible que una persona haya sido golpeada al momento de ser secuestrada. Que esas heridas no hayan sido curadas y esto le provocara una infección. Tal vez los captores no la hayan alimentado bien, lo que derivó en un agudo estado de anemia. Es probable que mientras era torturada, la víctima haya sufrido diversos tipos de fracturas. Quizás el asesino haya disparado el arma a sangre fría y por la espalda, perforándole el cráneo. Más de 30 años después, al momento de la investigación que conduce a la exhumación de sus restos, las huellas de todo esto se conservan aún en ellos. Sin la intervención de los antropólogos forenses, nunca se podría acceder a este último testimonio contenido en los huesos.
Sus conocimientos contribuyen, además, a la reconstrucción histórica de lo sucedido durante la última dictadura militar. Respecto a esto, aportan pruebas terribles y concretas: identificación de centros clandestinos de detención, descubrimiento de fosas comunes, reconocimiento de circuitos represivos de traslado de prisioneros, localización e identificación de los restos de las víctimas.
Los equipos de trabajo
Con la llegada de la democracia, en 1983, familiares y organismos de derechos humanos profundizaron las averiguaciones para conocer el destino de personas desaparecidas. Se sospechaba que las tumbas NN de algunos cementerios podrían estar ocultando víctimas del terrorismo de Estado. Surgió entonces la necesidad de buscar alguna metodología científica que permitiera la identificación a través de restos óseos. Estas agrupaciones, en especial Madres de Plaza de Mayo, consultaron en diferentes universidades hasta dar con Clide Snow, un antropólogo forense norteamericano que, conjuntamente con estudiantes de antropología, conformó el grupo que posteriormente se constituiría como el Equipo Argentino de Antropología Forense
(EAAF).
"En 1983 y durante el juicio a las Juntas, los jueces ordenaron exhumaciones en los cementerios. En estas intervenía personal de la Policía, Bomberos y médicos, y tenían un doble aspecto negativo. Por un lado, no se usaban metodologías arqueológicas ni antropológicas para trabajar: se hacían exhumaciones masivas, se mezclaban y rompían los restos y se descontextualizaban los hallazgos. Por otro lado, varios de los que las realizaban habían participado también en la represión ilegal. De esta manera, nunca se llegaba a una respuesta. Frente a este contexto, el EAAF propuso un programa metodológico que consiste en diferentes etapas de investigación", señaló el perito Juan Nobile. (ver "Metodología")
En Tucumán, dos décadas más tarde y con un origen similar, se constituyen primero el Grupo Interdisciplinario de Antropología y Arqueología Forense (GIAAT) y posteriormente el Colectivo de Arqueología para la Memoria y la Identidad Tucumana (CAMIT). Ambos surgen, en un principio, gracias al esfuerzo de docentes y estudiantes universitarios de la carrera de Arqueología de la UNT. Junto con el EAAF, actualmente se encuentran realizando peritajes para la Justicia Federal en distintos sitios (ver "Sitios...").
Los antropólogos forenses aplican las ciencias forenses, en especial la antropología y la arqueología, a la investigación de violaciones de los derechos humanos. "No es lo mismo trabajar en una escena de un crimen ocurrido hace pocos días que en la escena de un crimen ocurrido hace más de 30 años -aclaró Guillermo Ortiz, arqueólogo del GIAAT. En este período, existen una serie de procesos y agentes que actúan en el ambiente y que nos podrían ocultar información". Al respecto, Nobile agregó: "en esta tarea desplegamos técnicas de la arqueología que tienen que ver con la prospección. Esto es, dónde excavar, qué excavar y cómo excavar". Una vez que se localiza el lugar en donde fueron enterradas una o varias personas asesinadas, se excava y se recupera no sólo el esqueleto sino todos los elementos vinculados a estos restos, que en muchos casos suelen ser proyectiles de armas de fuego. La etapa final de este trabajo es el traslado de los restos al laboratorio donde, en caso de que sea posible, se identifica a la víctima (Ver "Metodología"). "Una vez cumplido este paso, y si terminó el proceso de excavación, se entregan los restos a los familiares", explicó María Gloria Colaneri, del CAMIT. Ruy Zurita, perteneciente a la misma agrupación, agrega: "en base a esa evidencia material y a esas situaciones que uno detalla y puede interpretar, se va escribiendo la historia de lo ocurrido". Como si las víctimas llevaran en sus huesos las claves para que nunca más existan dudas acerca de lo sucedido.
METODOLOGÍA
Todos los peritajes en los que intervienen antropólogos forenses son a pedido de la Justicia. Por lo general, se inician a partir de denuncias realizadas por sobrevivientes o por testigos de hechos producidos en centros clandestinos de detención. Estos peritajes se desarrollan sobre la base de tres unidades de trabajo, que son complementarias entre sí y que se detallan a continuación.
1- INVESTIGACIÓN INICIAL
Este paso se lleva a cabo mediante el relevamiento de testimonios y documentos: entrevistas a familiares, diarios de la época, registros en cementerios y cualquier otra prueba que permita reconstruir el contexto histórico y social en el que sucedieron los hechos.
2- TRABAJO EN EL CAMPO
Se utilizan técnicas de la antropología y la arqueología para recuperar los restos óseos, excavar de manera adecuada y conservarlos en la posición en la que fueron encontrados. También se registran los elementos asociados a estos restos, como proyectiles, rastros de vestimenta, etcétera.
3- LABORATORIO
Consiste en el análisis de los restos esqueletales. De esta forma es posible determinar el sexo, la edad, la estatura y la posible causa de muerte de una persona. Si es factible, se extrae una muestra de ADN, se realiza un mapa genético y se lo compara con el ADN de los familiares de desaparecidos que está disponible en el Banco Genético de la República Argentina.
En caso de coincidencia entre los datos que arroja el familiar -mediante la sangre- y los datos genéticos que contiene el hueso, se está en condiciones de identificar a la víctima.
Álvaro Medina
En Argentina, la antropología forense es una disciplina que se desarrolló mediante la búsqueda y el análisis de cuerpos esqueletizados de las víctimas del terrorismo de Estado de los años 70 y principios de los 80. Debido al tiempo transcurrido hasta el momento de la investigación y a la magnitud de los hechos, fue necesaria la intervención de arqueólogos y antropólogos para localizar y leer las huellas del horror en los restos óseos. En estas condiciones, los antropólogos forenses aportaron pruebas elementales a la Justicia Federal en causas relacionadas con delitos de lesa humanidad y, al mismo tiempo, desarrollaron un camino metodológico que sentó precedentes y es valorado en todo el mundo. Esta disciplina, por sobre todas las cosas, permite devolver su identidad a los huesos de las víctimas, que los familiares conozcan el destino de sus seres queridos y que recuperen sus restos para inhumarlos según sus tradiciones y de manera digna.
Es posible que una persona haya sido golpeada al momento de ser secuestrada. Que esas heridas no hayan sido curadas y esto le provocara una infección. Tal vez los captores no la hayan alimentado bien, lo que derivó en un agudo estado de anemia. Es probable que mientras era torturada, la víctima haya sufrido diversos tipos de fracturas. Quizás el asesino haya disparado el arma a sangre fría y por la espalda, perforándole el cráneo. Más de 30 años después, al momento de la investigación que conduce a la exhumación de sus restos, las huellas de todo esto se conservan aún en ellos. Sin la intervención de los antropólogos forenses, nunca se podría acceder a este último testimonio contenido en los huesos.
Sus conocimientos contribuyen, además, a la reconstrucción histórica de lo sucedido durante la última dictadura militar. Respecto a esto, aportan pruebas terribles y concretas: identificación de centros clandestinos de detención, descubrimiento de fosas comunes, reconocimiento de circuitos represivos de traslado de prisioneros, localización e identificación de los restos de las víctimas.
Los equipos de trabajo
Con la llegada de la democracia, en 1983, familiares y organismos de derechos humanos profundizaron las averiguaciones para conocer el destino de personas desaparecidas. Se sospechaba que las tumbas NN de algunos cementerios podrían estar ocultando víctimas del terrorismo de Estado. Surgió entonces la necesidad de buscar alguna metodología científica que permitiera la identificación a través de restos óseos. Estas agrupaciones, en especial Madres de Plaza de Mayo, consultaron en diferentes universidades hasta dar con Clide Snow, un antropólogo forense norteamericano que, conjuntamente con estudiantes de antropología, conformó el grupo que posteriormente se constituiría como el Equipo Argentino de Antropología Forense
(EAAF).
"En 1983 y durante el juicio a las Juntas, los jueces ordenaron exhumaciones en los cementerios. En estas intervenía personal de la Policía, Bomberos y médicos, y tenían un doble aspecto negativo. Por un lado, no se usaban metodologías arqueológicas ni antropológicas para trabajar: se hacían exhumaciones masivas, se mezclaban y rompían los restos y se descontextualizaban los hallazgos. Por otro lado, varios de los que las realizaban habían participado también en la represión ilegal. De esta manera, nunca se llegaba a una respuesta. Frente a este contexto, el EAAF propuso un programa metodológico que consiste en diferentes etapas de investigación", señaló el perito Juan Nobile. (ver "Metodología")
En Tucumán, dos décadas más tarde y con un origen similar, se constituyen primero el Grupo Interdisciplinario de Antropología y Arqueología Forense (GIAAT) y posteriormente el Colectivo de Arqueología para la Memoria y la Identidad Tucumana (CAMIT). Ambos surgen, en un principio, gracias al esfuerzo de docentes y estudiantes universitarios de la carrera de Arqueología de la UNT. Junto con el EAAF, actualmente se encuentran realizando peritajes para la Justicia Federal en distintos sitios (ver "Sitios...").
Los antropólogos forenses aplican las ciencias forenses, en especial la antropología y la arqueología, a la investigación de violaciones de los derechos humanos. "No es lo mismo trabajar en una escena de un crimen ocurrido hace pocos días que en la escena de un crimen ocurrido hace más de 30 años -aclaró Guillermo Ortiz, arqueólogo del GIAAT. En este período, existen una serie de procesos y agentes que actúan en el ambiente y que nos podrían ocultar información". Al respecto, Nobile agregó: "en esta tarea desplegamos técnicas de la arqueología que tienen que ver con la prospección. Esto es, dónde excavar, qué excavar y cómo excavar". Una vez que se localiza el lugar en donde fueron enterradas una o varias personas asesinadas, se excava y se recupera no sólo el esqueleto sino todos los elementos vinculados a estos restos, que en muchos casos suelen ser proyectiles de armas de fuego. La etapa final de este trabajo es el traslado de los restos al laboratorio donde, en caso de que sea posible, se identifica a la víctima (Ver "Metodología"). "Una vez cumplido este paso, y si terminó el proceso de excavación, se entregan los restos a los familiares", explicó María Gloria Colaneri, del CAMIT. Ruy Zurita, perteneciente a la misma agrupación, agrega: "en base a esa evidencia material y a esas situaciones que uno detalla y puede interpretar, se va escribiendo la historia de lo ocurrido". Como si las víctimas llevaran en sus huesos las claves para que nunca más existan dudas acerca de lo sucedido.
METODOLOGÍA
Todos los peritajes en los que intervienen antropólogos forenses son a pedido de la Justicia. Por lo general, se inician a partir de denuncias realizadas por sobrevivientes o por testigos de hechos producidos en centros clandestinos de detención. Estos peritajes se desarrollan sobre la base de tres unidades de trabajo, que son complementarias entre sí y que se detallan a continuación.
1- INVESTIGACIÓN INICIAL
Este paso se lleva a cabo mediante el relevamiento de testimonios y documentos: entrevistas a familiares, diarios de la época, registros en cementerios y cualquier otra prueba que permita reconstruir el contexto histórico y social en el que sucedieron los hechos.
2- TRABAJO EN EL CAMPO
Se utilizan técnicas de la antropología y la arqueología para recuperar los restos óseos, excavar de manera adecuada y conservarlos en la posición en la que fueron encontrados. También se registran los elementos asociados a estos restos, como proyectiles, rastros de vestimenta, etcétera.
3- LABORATORIO
Consiste en el análisis de los restos esqueletales. De esta forma es posible determinar el sexo, la edad, la estatura y la posible causa de muerte de una persona. Si es factible, se extrae una muestra de ADN, se realiza un mapa genético y se lo compara con el ADN de los familiares de desaparecidos que está disponible en el Banco Genético de la República Argentina.
En caso de coincidencia entre los datos que arroja el familiar -mediante la sangre- y los datos genéticos que contiene el hueso, se está en condiciones de identificar a la víctima.
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