En la calle para que el tribunal no afloje
Hubo alegría por los avances registrados en la causa en el último tiempo y preocupación por la ausencia de Pedro Blaquier y su salida del país. El presidente de la asociación de ex presos políticos denunció el intento de secuestro de su nieto.
Por Alejandra Dandan
Desde San Salvador de Jujuy
Desde una vasija, al frente de la marcha, se expandía una columna de humo con romero, coba e incienso. Los que estaban ahí decían que esa combinación de distintas plantas, mezcladas entre el humo, adelante de los marchantes, subía para llamar a los ancestros del pueblo de Jujuy. “Se los convoca a la manifestación. Con esto volvemos a las ceremonias en las que pedimos a nuestros espíritus que en cada acción que hagamos nos acompañen”, dijo el hombre de la vasija, Diego Ruiz, delegado del pueblo guaraní de la Tupac Amaru, intendente del Talar.
Detrás de ese humo que subía entre la montaña hasta el cielo, decenas de miles de jujeños (cien mil según los números de las organizaciones nucleadas en torno de la Tupac Amaru de Milagro Sala, eje del movimiento) caminaban siete kilómetros desde las afueras de San Salvador hasta la plaza central.
En el día de ayer se repitió la experiencia del 24 de marzo: una marcha en la que confluyeron las organizaciones políticas y sociales con los organismos de derechos humanos. Aquella vez se juntaron para reclamar por la impunidad en el avance de los juicios por delitos de lesa humanidad y, en especial, por la causa de la Noche del Apagón. Esta vez, la marcha era distinta: para apoyar los avances que sí hubo, pero sobre todo a lo que advierten como el fin del período de impunidad para el presidente del ingenio, Pedro Blaquier.
“Es un día de celebración”, se escuchó en el final de la marcha, sobre el escenario. “Blaquier arrugó”, se dijo. “Lo hicimos dejar el país.” Ese nombre que, como quedó dicho allí, tiene el poder de reunir las deudas del pasado y del presente, explica la potencia que vienen teniendo las movilizaciones. “Blaquier defiende sus intereses a costa de la vida de miles de jujeños –dijo Milagro Sala en el escenario–: por eso es posible esta unidad y por eso es posible que seamos miles.” Habló Irma Peña, de Madres de Jujuy, y explicó que estaba “triste y preocupada”, que entendía que éste era un día histórico porque proponía un nuevo “reto para luchar contra la impunidad”, pero a la vez marcó esa sensación de “estar convencida de que estos cobardes, civiles del terrorismo de Estado, una vez más han tomado el camino de ampararse en artilugios legales”.
Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, que llegó desde Buenos Aires para sumarse a la marcha, encuadró el presente en una celebración. “Hoy estoy acá –dijo–, y los veo, los toco, los siento, estoy acá representando a los treinta mil detenidos desaparecidos que están levantando los pulgares diciendo: no se desanimen, llegó el día, ya se sentará Blaquier, ya se sentarán tantos otros, no se desanimen.”
En el escenario también habló Hugo Condorí, presidente de la asociación de ex presos políticos. Condorí, que fue compañero de los dirigentes obreros de la obra social de Ledesma que están desaparecidos, denunció que el jueves por la tarde intentaron secuestrar a su nieto a la salida del jardín. Por un hecho fortuito, el secuestrador, que tomó al niño por detrás y salió corriendo, tropezó en un pequeño desnivel y cayó al suelo, lo que le permitió al nieto de Condorí escapar y volver a la escuela.
La marcha con forma de larga caminata empezó con una concentración en la cancha de Gimnasia y Esgrima y la autopista de entrada a la ciudad, vecina a los barrios cooperativos de viviendas de la Tupac que sirvieron de punto de encuentro. Los jóvenes, miles de ellos, llevaban los estandartes sostenidos por las cañas de los cañaverales. Había logos del Ingenio Ledesma con la gorra militar y la palabra genocidas multiplicados en cada cuerpo. Fotos de Blaquier con el traje a rayas. Una remera que decía: “Campesino, tu patrón no comerá más de tu pobreza”. Muchos pibes. Muchos. Uno de ellos, en un carromato tirado por otros, agitaba a los que venían detrás con las canciones de protestas celebradas en tono de fiesta.
“... Y dale alegría, alegría a mi corazón, la sangre de los caídos se revelooó / y vas a ver las balas que vos tiraste van a volver...” Y luego, el “Olé olé olá a donde vayan los iremos a buscar”. Y otros. Y más.
Una mujer con una pechera sostenía en un tramo la bandera de doscientos metros con las imágenes de los treinta mil desaparecidos que entraba en la ciudad. Estaba ahí decía, por Ledesma, la empresa responsable de los 400 secuestros, de la sucesión de noches de julio de 1976 recordadas como la Noche del Apagón. “Tienen que caer todos”, explicaba Dolores Isaguirre y razonaba: “Porque imagínese otra persona, un pobre, roba una gallina o un pedazo de pan y va preso: ¿Por qué esta persona no?”.
Había banderas de la Textil del Carmen, Copas de Leche, cooperativas de viviendas que son partes de las 26 organizaciones que confluyen en la Tupac. Pero no eran las únicas. También confluyeron una de las escisiones de la Corriente Clasista y Combativa, el grupo de Quique Mosquera y había representaciones políticas del PC, del PCR y del Partido Humanista. Luego, a la tarde, cuando la primera marcha ya había terminado, se lo vio al Perro Santillán con las organizaciones que lo acompañan también caminar hacia la plaza.
Durante el día, así como llegó Taty Almeida, los organismos de derechos humanos recibieron los llamados de Remo Carlotto, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, y del fiscal Jorge Auat, de la Unidad de Coordinación de las causas de lesa humanidad de la Procuración, a quienes agradecieron haber sostenido en los últimos meses el proceso que terminó con los pedidos de indagatorias. Más tarde llegaron los diputados de La Cámpora Horacio Pietragalla y Marcelo Santillán.
El gobernador Eduardo Fellner hizo ayer un comentario público sobre el caso y puso a disposición a su gobierno por las denuncias de espionaje ilegal de Ledesma. Los organismos de derechos humanos habían criticado su silencio. Inés Peña también le habló a él en su discurso: “Exhortamos al gobierno de Jujuy –dijo– a tomar las medidas necesarias para que cesen estas políticas contra nosotros”.
Arriba del escenario se marcaron los hitos del proceso: la marcha del 7 de marzo en la que las organizaciones se plantaron frente al juzgado de Carlos Olivera Pastor para reclamarle una reunión. Y la marcha del 24 de marzo que reunió a 70 mil personas y que “precipitó”, dijeron, la renuncia de Olivera Pastor. Luego asumió un nuevo juez, Fernando Poviña, que en sólo dos semanas ordenó allanamientos que nunca se habían realizado a la empresa de Blaquier y promovió los pedidos de indagatorias para él y su gerente de administración, Alberto Lemos. En ese momento, cuando Raúl, el esposo de Milagro, hacía el repaso, se escuchó la respuesta de la plaza: “Y dale, dale al bombo –cantaron–, si no va preso va a haber quilombo”.
Hubo alegría por los avances registrados en la causa en el último tiempo y preocupación por la ausencia de Pedro Blaquier y su salida del país. El presidente de la asociación de ex presos políticos denunció el intento de secuestro de su nieto.
Por Alejandra Dandan
Desde San Salvador de Jujuy
Desde una vasija, al frente de la marcha, se expandía una columna de humo con romero, coba e incienso. Los que estaban ahí decían que esa combinación de distintas plantas, mezcladas entre el humo, adelante de los marchantes, subía para llamar a los ancestros del pueblo de Jujuy. “Se los convoca a la manifestación. Con esto volvemos a las ceremonias en las que pedimos a nuestros espíritus que en cada acción que hagamos nos acompañen”, dijo el hombre de la vasija, Diego Ruiz, delegado del pueblo guaraní de la Tupac Amaru, intendente del Talar.
Detrás de ese humo que subía entre la montaña hasta el cielo, decenas de miles de jujeños (cien mil según los números de las organizaciones nucleadas en torno de la Tupac Amaru de Milagro Sala, eje del movimiento) caminaban siete kilómetros desde las afueras de San Salvador hasta la plaza central.
En el día de ayer se repitió la experiencia del 24 de marzo: una marcha en la que confluyeron las organizaciones políticas y sociales con los organismos de derechos humanos. Aquella vez se juntaron para reclamar por la impunidad en el avance de los juicios por delitos de lesa humanidad y, en especial, por la causa de la Noche del Apagón. Esta vez, la marcha era distinta: para apoyar los avances que sí hubo, pero sobre todo a lo que advierten como el fin del período de impunidad para el presidente del ingenio, Pedro Blaquier.
“Es un día de celebración”, se escuchó en el final de la marcha, sobre el escenario. “Blaquier arrugó”, se dijo. “Lo hicimos dejar el país.” Ese nombre que, como quedó dicho allí, tiene el poder de reunir las deudas del pasado y del presente, explica la potencia que vienen teniendo las movilizaciones. “Blaquier defiende sus intereses a costa de la vida de miles de jujeños –dijo Milagro Sala en el escenario–: por eso es posible esta unidad y por eso es posible que seamos miles.” Habló Irma Peña, de Madres de Jujuy, y explicó que estaba “triste y preocupada”, que entendía que éste era un día histórico porque proponía un nuevo “reto para luchar contra la impunidad”, pero a la vez marcó esa sensación de “estar convencida de que estos cobardes, civiles del terrorismo de Estado, una vez más han tomado el camino de ampararse en artilugios legales”.
Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, que llegó desde Buenos Aires para sumarse a la marcha, encuadró el presente en una celebración. “Hoy estoy acá –dijo–, y los veo, los toco, los siento, estoy acá representando a los treinta mil detenidos desaparecidos que están levantando los pulgares diciendo: no se desanimen, llegó el día, ya se sentará Blaquier, ya se sentarán tantos otros, no se desanimen.”
En el escenario también habló Hugo Condorí, presidente de la asociación de ex presos políticos. Condorí, que fue compañero de los dirigentes obreros de la obra social de Ledesma que están desaparecidos, denunció que el jueves por la tarde intentaron secuestrar a su nieto a la salida del jardín. Por un hecho fortuito, el secuestrador, que tomó al niño por detrás y salió corriendo, tropezó en un pequeño desnivel y cayó al suelo, lo que le permitió al nieto de Condorí escapar y volver a la escuela.
La marcha con forma de larga caminata empezó con una concentración en la cancha de Gimnasia y Esgrima y la autopista de entrada a la ciudad, vecina a los barrios cooperativos de viviendas de la Tupac que sirvieron de punto de encuentro. Los jóvenes, miles de ellos, llevaban los estandartes sostenidos por las cañas de los cañaverales. Había logos del Ingenio Ledesma con la gorra militar y la palabra genocidas multiplicados en cada cuerpo. Fotos de Blaquier con el traje a rayas. Una remera que decía: “Campesino, tu patrón no comerá más de tu pobreza”. Muchos pibes. Muchos. Uno de ellos, en un carromato tirado por otros, agitaba a los que venían detrás con las canciones de protestas celebradas en tono de fiesta.
“... Y dale alegría, alegría a mi corazón, la sangre de los caídos se revelooó / y vas a ver las balas que vos tiraste van a volver...” Y luego, el “Olé olé olá a donde vayan los iremos a buscar”. Y otros. Y más.
Una mujer con una pechera sostenía en un tramo la bandera de doscientos metros con las imágenes de los treinta mil desaparecidos que entraba en la ciudad. Estaba ahí decía, por Ledesma, la empresa responsable de los 400 secuestros, de la sucesión de noches de julio de 1976 recordadas como la Noche del Apagón. “Tienen que caer todos”, explicaba Dolores Isaguirre y razonaba: “Porque imagínese otra persona, un pobre, roba una gallina o un pedazo de pan y va preso: ¿Por qué esta persona no?”.
Había banderas de la Textil del Carmen, Copas de Leche, cooperativas de viviendas que son partes de las 26 organizaciones que confluyen en la Tupac. Pero no eran las únicas. También confluyeron una de las escisiones de la Corriente Clasista y Combativa, el grupo de Quique Mosquera y había representaciones políticas del PC, del PCR y del Partido Humanista. Luego, a la tarde, cuando la primera marcha ya había terminado, se lo vio al Perro Santillán con las organizaciones que lo acompañan también caminar hacia la plaza.
Durante el día, así como llegó Taty Almeida, los organismos de derechos humanos recibieron los llamados de Remo Carlotto, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, y del fiscal Jorge Auat, de la Unidad de Coordinación de las causas de lesa humanidad de la Procuración, a quienes agradecieron haber sostenido en los últimos meses el proceso que terminó con los pedidos de indagatorias. Más tarde llegaron los diputados de La Cámpora Horacio Pietragalla y Marcelo Santillán.
El gobernador Eduardo Fellner hizo ayer un comentario público sobre el caso y puso a disposición a su gobierno por las denuncias de espionaje ilegal de Ledesma. Los organismos de derechos humanos habían criticado su silencio. Inés Peña también le habló a él en su discurso: “Exhortamos al gobierno de Jujuy –dijo– a tomar las medidas necesarias para que cesen estas políticas contra nosotros”.
Arriba del escenario se marcaron los hitos del proceso: la marcha del 7 de marzo en la que las organizaciones se plantaron frente al juzgado de Carlos Olivera Pastor para reclamarle una reunión. Y la marcha del 24 de marzo que reunió a 70 mil personas y que “precipitó”, dijeron, la renuncia de Olivera Pastor. Luego asumió un nuevo juez, Fernando Poviña, que en sólo dos semanas ordenó allanamientos que nunca se habían realizado a la empresa de Blaquier y promovió los pedidos de indagatorias para él y su gerente de administración, Alberto Lemos. En ese momento, cuando Raúl, el esposo de Milagro, hacía el repaso, se escuchó la respuesta de la plaza: “Y dale, dale al bombo –cantaron–, si no va preso va a haber quilombo”.
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